12PLÁCIDO.De LUÍS GARCÍA BERLANGA
Plácido surge a partir de una campaña ideada por el régimen franquista que, bajo el lema: "siente un pobre a su mesa", pretendía hacer crecer en el pueblo un sentimiento de caridad cristiana hacia los desheredados, pero que, en realidad, y como Berlanga consigue mostrarnos, esconde una manera de limpiar las conciencias burguesas, algo de lo que hoy se encargan los "Telemaratones solidarios de Navidad", programas que Berlanga confiesa aborrecer, y a los que ve, con su lucidez de siempre, como una prolongación de las iniciativas de aquel tipo. Precisamente el título del guión era, al principio, "Siente un pobre a su mesa", mas el realizador se vio obligado, por problemas con los censores, claro, a hacer un cambio de última hora, dándole finalmente a esta obra maestra el nombre de su principal personaje masculino.
Lo primero que destaca dentro de la película es la conseguida reproducción del ajetreo que suele producirse en Nochebuena. A lo largo de ese día, asistimos a las andanzas de Plácido (Cassen) y Don Gabino (José Luis López Vázquez), el primero, dueño de un motocarro, preocupado porque tiene que pagar el primer plazo del mismo, y el segundo, el coordinador de la campaña, que necesita ese vehículo para ir de un lado a otro de la ciudad. Las dificultades de Plácido para hacer efectivo el pago serán muy grandes, y aunque finalmente lo consigue, está claro que tendrá que volver a pasar penurias para abonar la siguiente mensualidad, como él mismo dice: «Y el mes que viene, otra vez el mismo fregao».
Sin embargo, la campaña tampoco estará libre de problemas, y en su contexto podemos ver la hipocresía y la preocupación por las apariencias de los ciudadanos de bien: Ya durante el "reparto de indigentes" entre las generosísimas familias, éstas se preguntan si será mejor llevarse un pobre de la calle, o bien un anciano... Posteriormente, durante la cena, uno de los humildes invitados se pone muy enfermo, y la familia decide llamar, ya que el médico está ocupado, al dentista que vive cerca, porque «algo sabrá». El dentista, que cena con su pobre, es informado por éste de que el pobre moribundo sufría angina de pecho... Y en ese momento, el dentista decide ir a echarle un vistazo (acompañado por su indigente, pues su mujer le aconseja llevárselo a casa de los vecinos «para que vean que tenemos pobre»), pero sólo porque ya sabe la enfermedad que tiene, y para aparentar ser todo un experto médico (una de las muchas sutilezas de guión). En cuanto la familia descubre que el pobre enfermo está viviendo en pecado con una mujer, deciden casarlos, en una de las secuencias más divertidas del filme, y aunque poco después de la (amañada) ceremonia el viejo se muere, ya no tiene tanta importancia, si bien se oyen lamentos del tipo: «Con lo bien que iba la campaña, ¡qué fatalidad!».
Hay muchos más detalles, como se ha comentado, igual de cuidados: El asco que los mayores y los indigentes provocan en las familias, mal disimulado, la triste visita a la vivienda de la reciente viuda, el erotismo subterráneo que se aprecia en el personaje de Martita, cuyas historias de niña caprichosa chocan con los trabajos del protagonista, la disputa final por la cesta de Navidad (el guión es simplemente perfecto), y los personajes secundarios (por ejemplo, ese pobre borracho que cena en casa del notario), todos tan bien creados por unos prodigiosos actores entre los que vemos a la troupe habitual de Berlanga, y cuyas interpretaciones consiguen trascender pese a que se trate de roles con una presencia fugaz en pantalla.
Uno de los elementos más a tener en cuenta en este film es su hábil manera de camuflarse como un sainete costumbrista más, como una obra de inofensiva y amable envoltura, en un ejercicio de funambulismo genial que despistaba a la censura siempre (muchas veces trato de ponerme en el puesto de los censores y nunca logro explicarme por qué no se daban cuenta de lo que la película estaba diciendo en realidad). Berlanga es consciente de que no puede atacar con saña o excesiva acidez, algo que sí llega a hacer en El verdugo, y que le trae muchos problemas con el gobierno, y decide no potenciar, no subrayar, pero nunca olvida detalles, pequeños en apariencia, pero que tienen un efecto demoledor una vez transcurrido el metraje. En el fondo, sólo es un tipo que tiene que pagar la letra de su motocarro, sólo es una familia invitando a un indigente por Nochebuena, sólo es un grupo de personas recorriendo las calles de la ciudad... pero esa apariencia afable termina potenciando la fuerza con la que las vergüenzas y miserias de aquella sociedad ascienden, de las profundidades del relato, hasta presentársenos en toda su dimensión.

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